lunes, 26 de septiembre de 2011

La Felicidad De Los Niños





Los niños felices

Demasiado fácil debe haberles parecido a Roscio y los que tomaron aquella iniciativa del 19 de abril todo lo que ese día y los siguientes ocurrió. Se alzaron contra el estado de cosas que se había impuesto en España y todo les salió bien. Madariaga manipuló a la opinión pública y Emparan renunció en el acto. El Ayuntamiento asumió el poder y formó una auténtica Junta de Gobierno. La llamada Junta Suprema quedó constituida por los alcaldes ordinarios, José de las Llamosas y Martín Tovar y Ponte, el alférez real Feliciano Palacios, los regidores José Hilario Mora, Isidoro López Méndez, Rafael González, Valentín de Ribas, José María Blanco Liendo, Dionisio Palacios, Nicolás Anzola, alcalde provisional, Juan de Ascanio, Silvestre Tovar Liendo, Pablo Nicolás González, Fernando Key Muñoz, síndico procurador, los representantes del pueblo Juan Germán Roscio, José Félix Sosa y Francisco Xavier Ustáriz, el representante de los pardos José Félix Ribas y Herrera, los representantes del clero José Cortés de Madariaga y Francisco José Ribas y Herrera, Nicolás de Castro, general de las armas, Juan Pablo Ayala, comandante de las armas, Fernando Rodríguez del Toro, gobernador militar, Secretarios: Rafael González, de Gracia y Justicia, Fernando Key Muñoz, de Hacienda, Lino Clemente, de guerra y Marina, Juan Germán Roscio, de Relaciones Exteriores. Secretarios de decretos: Tomás Santana y Cipriano Besares, Canciller del Gobierno (que era como Secretario de Gobierno), Carlos Machado. Se creó de inmediato un Tribunal de Apelaciones, que sustituía a la Real Audiencia, y que fue formado por el marqués de Casa León, Antonio Fernández de León, el famosísimo personaje que encarnaría después el camaleonismo en Venezuela, la traición en persona, José Bernabé Díaz, que no mucho después traicionaría a los patriotas, José María Ramírez, Bartolomé Ascanio y Felipe Fermín Paúl, que tampoco se distinguió por su patriotismo, y por los fiscales Vicente Tejera y Juan Antonio Rodríguez, el escribano Francisco Llanos y los receptores Gabriel y Vicente Villarroel, y de inmediato se constituyeron varios cuerpos ejecutivos y consultivos para asumir plenamente el gobierno, tanto en lo civil como en lo militar (Según José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela, Tomo Primero, Editorial Las Novedades, Caracas, Venezuela, 1942. pp. 180-182). Muchos apellidos mantuanos, relacionados directamente con Simón Bolívar y con aquella “cierta parentela de esta ciudad que se dicen las que son siete hermanas, todas casadas, y con muchos hijos y nietos que son la mitad del pueblo y acostumbrados a no ser castigados, que no me puedo averiguar con ellos a causa de que la Audiencia les hace mucho favor porque son ricos", que tanto mortificó al gobernador y capitán general de Venezuela don Luis de Rojas más de dos siglos antes, es decir, con los auténticos “amos del valle”. Poco había cambiado en todo aquel tiempo. Pero mucho cambiaría en apenas dos décadas. Demasiado.
En pocos días, aquel conjunto de hombres había asumido todo lo que hasta entonces se había considerado privativo de la Corona de España, y el 27 de abril la Junta Suprema envió mensajes a los Ayuntamientos de la América española, instándolos a que siguieran su ejemplo (“Seguid el ejemplo que caracas dio”), que nada tenía que ver con la Independencia, en realidad, sino con el desconocimiento del poder francés, de la Revolución Francesa, en España. En Cumaná, la ciudad que hasta 1777 había sido capital de la otra gran provincia que integró lo que desde entonces fue Venezuela, una semana exacta después de los sucesos de Caracas, es decir, el 26 de abril, el gobernador e intendente, el coronel Eusebio Escudero, convocó a una importante reunión en su despacho, en la que anunció que estaba dispuesto a abdicar su autoridad. Y al día siguiente, al llegar dos emisarios de Caracas con la solicitud hecha por los caraqueños, se produjo un auténtico golpe militar, previo a un movimiento muy parecido al del 19 de abril, en el cual su formó una Junta Gubernativa. Inicialmente se trató de que Escudero, que era amigo de todos los demás, quedara en ella, pero él mismo se negó, por lo cual la Junta fue formada por Francisco Javier Mayz, Francisco Illas y Ferrer, José Ramírez Guerra, Jerónimo Martínez, Francisco Sánchez, José Jesús Mayz, Manuel Millán, Domingo Mayz y José Santos, casi todos parientes y amigos de los Sucre o de los parientes de los Sucre. Y a ellos se agregaron en cura Andrés Antonio Callejón, Mariano de la Cova, Juan Bermúdez de Castro, Juan Manuel Tejada, Juan José Flores y Pedro Mejía, y, como secretario, Diego Vallenilla, que también lo había sido de Escudero. El brigadier José Miguel Cajigal, que había sido gobernador de la Provincia, fue designado Consultor de la Junta y comandante general de armas. Todo ello demuestra que nadie pensaba en la Independencia, sino que el asunto era algo interno, algo español del que nadie sospechaba las consecuencias que llegaría a tener casi en lo inmediato. En Barcelona, segunda ciudad de la antigua provincia se constituyó ese mismo día, 27 de abril, una Junta presidida por el coronel Gaspar de Cajigal, tal como lo haría casi inmediatamente la isla de Margarita. El ejemplo que Caracas dio había cundido en casi toda la Provincia de Venezuela, aun sin que se tuviera mucha conciencia de hacia dónde derivaría todo aquello. Sólo Coro y Maracaibo se negaron a seguir a los caraqueños y más bien decidieron enfrentar con violencia la iniciativa que los caraqueños habían tomado. En el caso de Coro, ciudad desplazada por Caracas como capital de la Provincia, se manifestaba de nuevo un viejo rencor nunca superado, y el gobernador José de Ceballos arrestó a los emisarios caraqueños y alegó que Caracas había perdido su condición de capital al destituir al capitán general y había pasado a ser simplemente otra ciudad más, igual a Coro, que en vista de la traición de Caracas asumiría la condición de capital, con lo que se probaba que no era otra cosa que un “pase de factura” a la ciudad que a fines del siglo XVII desplazó a Coro de su posición de cabeza de la colonia, de “ciudad más antigua y fundadora de la Provincia de Venezuela” (José Gil Fortoul). Bien puede decirse que en ese momento empezó la Guerra de Independencia, cuando Caracas, al conocer la reacción de Coro, envió una fuerza expedicionaria encabezada por el marqués del Toro para que sometiera a los corianos, si es que no lograba convencerlos de que debían seguir el mismo camino que Caracas para sustituir en forma definitiva el padre que habían perdido con la cautividad de Fernando VII, lo cual implicaba, nada menos, un proceso de elecciones.
Sin que nadie pudiera sospechar las dimensiones que algún día alcanzaría, el incendio había comenzado.

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